A veces, cuando hablamos de “mujeres empoderadas” pueden venir a la mente diferentes imágenes erróneas de lo que se ha preconcebido con estas palabras: desde la mujer “guerrera-luchona” que ya hasta se toma como broma o como un cliché o la de una nueva actitud que se supone que deberíamos tener las mujeres, mucho más descarada y desafiante. Pero en realidad el empoderamiento es algo muy profundo que tiene que ver con el proceso de tomar el control de nuestras vidas y ser autónomas, no solamente es una cuestión de actitud.
Si partimos del concepto de “empoderamiento”, podemos definirlo como el proceso a través del cual cada persona se faculta, se habilita y se autoriza; es desarrollar la conciencia de tener el derecho a tener derechos, reconocer la propia autoridad y confiar en la capacidad de lograr propósitos.
Hablando en términos de equidad de género y del proceso de transformar a la sociedad en un espacio más justo con igualdad de derechos y oportunidades para mujeres, hombres y todas las personas, definiremos que el empoderamiento es el proceso de transformación mediante el cual cada mujer deja de ser el objeto de los otros, es decir, deja de ser-para-otros, y se convierte en sujeta de la propia vida, en ser-para-sí-misma, en protagonista de la historia, la cultura, la política, la vida social y, por supuesto, los negocios.
Lo primero que debemos entender es que el empoderamiento no es algo externo, no es algo que alguien” viene y te da y te empodera”, sino que el poder es algo que está en nosotras, en cada persona y se trata de un acto de consciencia para saber cómo lo tomamos y lo aplicamos en nuestras acciones diarias y en nuestras decisiones. Se trata de tomar el control sobre las cosas que dependen de cada quien para decidir cuál es el rumbo que cada persona quiere tomar de una forma libre y, en la medida de lo posible, sin prejuicios y sin la coerción del entorno.
Somos el resultado de las decisiones que tomamos, pero también –y a veces más– de las que no tomamos, entonces, si no tomamos el poder sobre nuestra vida, alguien más lo va a hacer y esto genera frustración y pérdida de autonomía. Empoderarse es algo que le sucede a cada quien. Una se empodera, no “la” empoderan. Nadie empodera a nadie.
Si nuestro propósito es liderar equipos, organizaciones o comunidades, no podremos lograrlo si no asumimos primero nuestro propio liderazgo, tomando el empoderamiento como una conquista personal, no como un comportamiento o como una dádiva externa, porque las mujeres seguimos peleando por un lugar en la mesa.
En las empresas necesitamos liderazgos autónomos e independientes que no vayan a la zaga de procesos organizacionales, sino que formen parte de ellos, mirar a mujeres empoderadas permite sentir que es posible y hace suponer a quien observa que ella también puede.

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