Las instituciones educativas de educación superior enfrentan hoy uno de los retos más interesantes de los últimos tiempos, no solamente hay una competencia voraz por un sinfín de ofertas educativas disruptivas, diferentes y, en ocasiones, mucho más atractivas para los estudiantes ya sea por su corta duración y costo o por su contenido innovador y creativo, pero también porque el mercado laboral se está modificando de forma acelerada y requiere hoy de personas egresadas con habilidades y competencias específicas y diferentes.
Muchas de estas instituciones se encuentran en procesos profundos de reinvención y modernización de sus ofertas y, sobre todo, de su modelos educativos para privilegiar el desarrollo de habilidades duraderas, que no son “suaves”, sino que fortalecen el perfil de quienes egresan y requieren esta preparación para enfrentar exitosamente los retos del futuro.
Hoy más que nunca, se concibe el proceso educativo para el largo plazo. Hace apenas algunos años cuando los y las estudiantes concluían una licenciatura, se pensaba que ya tenían las herramientas para entrar en el mundo laboral, conforme se han ido modificando las necesidades y se han complejizado los procesos, algunas personas privilegiadas han accedido a estudios de posgrado y, cada vez más, resulta imprescindible prepararse más y mejor.
Esto ha dado pie al concepto que hoy conocemos como lifelong learning que desafortunadamente no tiene una traducción tan contundente como su significado en inglés, pero que podemos traducir como “aprendizaje continuo o permanente”.
Hoy más que nunca tenemos claro que el proceso de aprendizaje no tiene un plazo, Las instituciones educativas, empresas, gobiernos y todos los actores de la sociedad deben buscar y favorecer procesos de aprendizaje continuo y permanente y las personas, debemos tener claro que siempre, siempre, hay más qué saber, más qué conocer y mejores herramientas para desarrollar habilidades y competencias para el futuro.
En este contexto de acelerada evolución de los negocios, las empresas que promueven procesos de aprendizaje continuo y permanente obtienen una ventaja competitiva significativa. Este enfoque no solamente enriquece las capacidades de las personas sino que también favorece la innovación y la resiliencia organizacionales.
Pero, ¿qué significa aprendizaje continuo en el ámbito organizacional?
En primer lugar, trasciende por mucho a los programas de capacitación y entrenamiento tradicionales, representa un giro fundamental en la forma en que las empresas abordan los procesos de aprendizaje y el desarrollo de habilidades: se enfoca en la creación de ambientes en los que las personas se sientan motivadas y empoderadas para ampliar continuamente sus capacidades, generando beneficios significativos que, finalmente, tienen un impacto positivo en la productividad y mejora institucional.
Son ambientes en los que de forma proactiva se favorecen espacios de intercambio, de aprendizaje, de consulta, de lectura; ambientes en los que se reconoce la importancia de aprender de los errores, de ofrecer retroalimentación formativa para todos y todas, en los que preguntar no solamente es deseable sino que se celebra, y en los que especialistas y líderes se convierten en mentores de las demás personas, ambientes en los que cada uno se sienta cómodo y bienvenidos, en donde todos y todas busquen aprender más y mejor, en los que se genera una clara intención de colaboración con el aprendizaje de todos y en los que, a final de cuentas, las personas se sienten más satisfechas personal y profesionalmente.
Así que, ¡a promover el aprendizaje continuo!
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